Es bien sabida la tendencia en
muchos países de querer legalizar las drogas, particularmente el cannabis con
fines recreativos. Recordemos que según el Informe Mundial sobre las Drogas
emitido por la ONU anualmente, se consigna que en 2016 la droga más consumida,
por lejos, es el cannabis, en el mundo (192 millones de consumidores contra 34
millones de opioides y 34 de anfetaminas y estimulantes sujetos a prescripción médica)..
El fracaso de modelos represivos
sobre el tráfico de estupefacientes lleva a muchos a considerar, de manera
pragmática, que es más fácil que el Estado regule, no reprima, y regulando,
conozca todos los vericuetos del trasiego de drogas, cobre impuestos… y el que
quiera drogarse que lo haga… no hay papá Estado que lo pueda evitar.
Como una primera reflexión, es
curioso constatar que cuando el mundo se mueve hacia la prohibición del tabaco
por sus perjuicios sobre la salud humana, resulta que fumar marihuana ahora es
menos perjudicial, al parecer… ¿no es fumar? No afecta tanto, dicen, como la nicotina
y el alquitrán...
Algunos arguyen que, si se
legalizan las drogas, los impuestos que se cobrarían podrían financiar
programas de prevención de las mismas ... parece algo maquiavélico y hasta demencial…
pero no es el primer asunto público en el que se crea o allana camino a un
problema para luego tratar de controlarlo. Basta ver casos como el del embarazo
adolescente, en el que se estimula de todas las maneras el pansexualismo entre
los jóvenes, para luego tratar de controlar aquellos (acusación de por medio de
irresponsabilidad a los muchachos) mediante la difusión masiva de
anticoncepción y aborto.
Otro asunto es que muchos dicen
que la droga se consigue y no hay poder que evite eso en cuanto una persona
quiere obtenerla. Algo así como que esto obliga a “blanquear” el negocio porque
es inútil tratar de controlarlo, ni con ejércitos de por medio.
Olvidan tales que la legalización
conduce a que públicamente se pueda acceder siempre más fácilmente y haya una
publicidad, que, aunque mínima, provoca que miles, que no hubiesen pensado
nunca en adquirir la droga, o arriesgarse a entrar en la ilegalidad,
sencillamente lo harán.
Y es que la ley no solo es
sancionatoria. Tiende a ser pedagógica y hasta moralizante: Lo que es legal, es
moral y procede y lo que no, simplemente es todo lo contrario.
De este modo, quienes legislan
deben de pensar que están no solo legalizando la obtención y consumo de drogas,
sino que atentan contra el bien común, dejando el problema a nivel privado y de
las familias, que sufrirán los embates de los males derivados del consumo de
drogas.
Digamos que parece que no se ha
aprendido nada después de siglos en que las drogas circulaban y se consumían
impunemente en el mundo, con sus consiguientes consecuencias negativas para
millones de seres humanos.