CONTEMPLANDO EL PESEBRE EN LA NAVIDAD DURANTE LA PANDEMIA 2020
Dr. Daniel Sanabria
EVANGELIO SAN LUCAS 2, 1-20
(Versíon online Biblia de Jerusalén, en
"1. Por aquellos
días salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un
censo en todo el imperio. 2.Este fue el primer censo, siendo Quirino gobernador
de Siria. 3.Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en
su ciudad natal. 4.José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de
Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era
descendiente de David; 5. allí se inscribió con María, su esposa, que estaba
embarazada. 6.Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto,
7.y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa. 8.En
la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban
para cuidar sus rebaños. 9.Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del
Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. 10.Pero el ángel les
dijo: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que
será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. 11.Hoy, en la ciudad de
David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor.
12.Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en
pañales y acostado en un pesebre.» 13.De pronto una multitud de seres
celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras:
14.«Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres:
ésta es la hora de su gracia.» 15.Después de que los ángeles se volvieron al
cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y
veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer.» 16.Fueron
apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el
pesebre. 17.Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño.
18.Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que
decían. 19.María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los
volvía a meditar en su interior. 20.Después los pastores regresaron alabando y
glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, tal como los ángeles
se lo habían anunciado."
El relato de Lucas es el que se centra más en el evento del Nacimiento del Salvador. Es el que nos ayudará a meditar sobre el Misterio de Navidad en esta sesión.
La Palabra de Dios nos alecciona sobre la venida del
Salvador. No es solo el contexto histórico que ofrece el autor sagrado o los
motivos a que el Emanuel naciera en Belén de Judá.
Viene del modo que nos enseña el modo en que Dios
quiere comenzar a revelarse en Jesús: De manera casi anónima, desapercibido
para el mundo. Sin reflectores, diríamos hoy. Sin redes sociales ni
autocomplacencias.
Jesús nace como millones hoy, cuando nacen, pues
millones no pueden ya ni nacer en un mundo que ha eliminado miles de millones
de niños por nacer sin piedad.
Viene en una posición diametralmente opuesta al
orgullo, a las vanidades y molicies de la vida, como dirá San Juan María
Vianney. Viene en pobreza, humildad, sufrimiento.
Recibir a Jesús implica sacrificios y dolores para
unos buenos padres. José, el varón justo, el padre putativo de Jesús, sufre
porque no consigue donde acomodar a su esposa y su hijo que ya viene. La Madre
sufre porque no tiene dónde tener al Niño Santo de manera digna.
Recibir a Jesús se convierte en una suerte de
Viacrucis, prefigura del Viacrucis final de la vida de Jesús.
María y José consiguen un pesebre donde pasar la noche
y donde María dará a luz al niño. Es de notar que el texto no habla propiamente
de dolores de parto. Recordemos que María es Virgen antes del parto, en el
parto y después del parto, de modo que el parto del Salvador se da, en esa
imagen bella que algunos han ofrecido en la historia, al modo que la luz pasa
un cristal sin quebrarlo.
El pesebre no es un lugar romántico o aséptico.
Quienes conocemos estos lugares, salvemos de los olores de las heces de los
animales, el peligro de enfermedades incluso. No es como queremos ver el
pesebre, o como lo muestra la imaginería. Es un ambiente duro, feo, maloliente,
pero en donde hay calor por la paja o heno, por la respiración de los animales.
Así nace Jesús en medio de la gélida noche invernal.
Contemplemos la escena, imaginémosla. Imaginemos que
estamos allí, en ese cobertizo, en esa cueva, mirando a una Madre embelesada
con su Niño en brazos. Un padre, como siempre lo fue José, silencioso y atento.
Es como que la armonía de la Creación se da allí.
Luego, el relato nos lleva a ver el primer anuncio,
que es de los Ángeles a los pastores, a los pobres, a los trashumantes, los sin
techo diríamos hoy.
Es el Primer Anuncio, con gozo y alegría. Los Pastores
siguen las instrucciones y encuentran que es cierto lo que le han manifestado
aquél corifeo de seres celestiales.
La Luz nace en medio de las tinieblas de una noche
oscura, una noche que ha durado muchos miles de años para la Humanidad. San
Agustín nos dice: “Despiértate: Dios se ha hecho hombre por ti. Despierta, tu
que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz. Por ti,
precisamente, Dios se ha hecho hombre.”
Hoy, las tinieblas son otras. En medio de esas
tinieblas recibimos el anuncio gozoso y renovado. La Navidad es nueva pero
siempre permanece como dato de la historia.
Siempre es nueva, como lo es hoy, en condiciones de
semi encierro o encierro. Casi cautivos en nuestros hogares por un virus, será
una Navidad en que la contemplación del Misterio será nueva.
No es la misma Navidad del 2019, ni será la misma que
la del 2021, si Dios permite lleguemos a ella.
¿Cuántos hubiesen imaginado hace un año lo que
vivimos?
Sin embargo, Cristo vuelve a nacer y con él la fe, que
no se apaga ni debe apagarse en el cristiano. San Bernardo nos lo explica así:
“Y así como, en
cierto modo, se inmola aún cada día siempre que anunciamos su muerte, de la
misma manera parece nacer cuando vivimos con fe su nacimiento”.
Esta Nochebuena, esta Navidad, deben ser de serena
esperanza y alegría. La Gloria del Señor vuelve a envolvernos en aquella
claridad que señala Evangelio.
Ahora nos toca dar el paso: Ir a él. No está lejos:
Será en el pesebre familiar y allí le contemplaremos. Ojalá nos tomemos un
tiempo para hacerlo, en el silencio, como María, que dice en algunas versiones,
de una manera hermosa, guardaba estas cosas en su corazón.
Esta alegría se recibe y se transmite. Los Pastores
cuentan lo que se les ha transmitido y lo que han visto.
“Todos los que
escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían”. ¿Quiénes
quedaban maravillados? No lo precisa el texto, pero son los que están allí en
el establo, quizá a algunos con los que se hayan topado en el camino.
Los Pastores no se callaron. Transmitieron el anuncio de los Ángeles sin miedos, sin prejuicios ni exageraciones. Con alegría y simplicidad.
Así lo debemos de hacer nosotros con los que nos
rodean. “No podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hech. 4,20) dirán
después los Apóstoles, cuando eran confrontados por su anuncio por las
autoridades religiosas judías, luego de Pentecostés.
Estos serán los protoevangelizadores. Estos pobres
pastores son los elegidos para llevar un mensaje que confundirá a los poderosos.
“Después los pastores regresaron
alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, tal como
los ángeles se lo habían anunciado. “
Es algo que deberíamos de hacer
nosotros también. No deberíamos de quedarnos con este gozo y esta alegría. Hoy
hay muchas maneras de comunicarlo incluso en este encierro, con videollamadas,
llamadas, mensajes, postales electrónicas, posts en redes sociales, etc.
No deberíamos de temer que se nos retiren los
seguidores o que haya un silencio en la comunicación. Para muchos esta fecha no
significa nada, pero mucho sí, y para quizá para la mayoría, es solo un momento
familiar, de intercambio de regalos y de buenos deseos donde Jesús no figura ni
interesa.
Debemos de llenar la Navidad de ese renovado significado:
Aprovechar la luz, reavivar la esperanza, comunicar la buena noticia del
Evangelio.
Ese Divino Niño está abierto a todo tipo
posibilidades. Serán alegría para El regalo de todos: Buenos propósitos, deseos
de dejar aquella adicción, acabar con aquel vicio en mi vida, dejar el miedo y
la cobardía para anunciarlo con gozo.
Cuentan que San Pío de Pietrelcina exhortaba a un penitente
sobre la necesidad de orar. El hombre, un hombre humilde, le dijo que no sabía
hacer oración. San Pío le contó que había en un convento un religioso que no
entendía el oficio divino, o liturgia de las horas, que era y es la oración
oficial de la Iglesia. No sabía la secuencia de las partes del rezo, el latín y
demás, Entonces, entristecido, solía ponerse delante de una imagen de la Virgen
con el Nino en brazos en un corredor del Convento, cuando nadie lo veía. Allí
sacaba unas pelotitas de su hábito y comenzaba a jugar con ellas. Una vez lo
vio otro religioso, quien le comentó al Superior. En secreto lo estaban viendo,
cuando de repente la imagen cobró vida y el Niño Santo miraba a su Madre
aplaudiendo y sonriendo.
Terminaba San Pío explicando que lo importante es
hacer lo que agrade al Señor, aunque sea de bufón si es lo único que sabemos y
podemos hacer.
Del mismo modo en esta Navidad deberíamos de buscar agradar a este Niño Santo del modo que podamos. No deberíamos de desestimar medio alguno para hacerle esos presentes que luego le harán los Magos como Sacerdote, Profeta y Rey.
No está mal obsequiarnos. Es parte de la alegría y la
donación a la que nos invita la Navidad, con la alegría que ello conlleva, más
no puede quedarse en eso o solo entre nosotros. Navidad también es compartir:
Desde una palabra con el que va a estar solo hasta un plato de comida caliente
con el que no lo tiene.
Debemos de poner a Jesús en el centro de nuestro
festejo y nuestra celebración. Ya será un Rosario, una oración, una acostada del
Niño Jesús, la necesaria Eucaristía televisada o en línea. Ya será un momento
de silencio, de meditación, de lectura bíblica.
La bebida y comida, las necesarias. Nada exagerado.
Menos tomar como excusa para desbordes. Eso es todo lo contrario a la Navidad,
que es sacrificio, pobreza, sobriedad, serena paz y esperanza.
En medio del caos, el miedo y la oscuridad en que
vivimos por la pandemia, resuenan las palabras del Ángel: “No tengan miedo”. Hoy retumban esas palabras entre
nosotros, renovando la esperanza. Ya nada debe ser igual entre nosotros, pues
debe de renacer la esperanza del Salvador que llega para dar cumplimiento a la
promesa mesiánica y para dar alegría a todo el pueblo.
Aprovecho a desearles desde ya una
hermosa Navidad en familia, con sus seres queridos, en la contemplación del
Pesebre (como lo hacemos con la Cruz), en la contemplación particularmente de
este Niño Santo, este Dios con nosotros.
REFERENCIAS.
San Agustín. Sermón
185. (2014) https://adoratioiesuchristi.blogspot.com/2014/12/de-los-sermones-de-san-agustin-obispo_24.html
San Bernardo de Claraval (2017). VI Sobre el anuncio
de la Navidad. En: Sermones sobre el
Adviento y la Navidad. Ivory Falls Books. https://www.scribd.com/document/381415370/Sermones-Sobre-El-Adviento-y-La-Navidad-San-Bernardo-de-Claraval