¡Y AL FIN EL ESPÍRITU
SANTO ARREGLÓ TODO!
El
pasado Sínodo Extraordinario sobre la Familia, realizado en Roma pasadas
semana, ha generado muchos comentarios, discusiones, análisis, etc., sobre el
mismo.
Muchos
lo han visto como la evidencia de una ruptura que ya se ve desde hace décadas
dentro de la Iglesia, donde en algún sentido ya no se hablan determinados temas
porque simplemente no se está de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia en
cuanto a ellas.
No solo
sucede en temas morales como el divorcio o la homosexualidad, sino que tienen
que ver con otros referidos a la esencia de la fe católica, como la Divinidad
de Cristo, su presencia en la Eucaristía, o la existencia del Infierno o del
Diablo.
Otros
lo ven como que las fuerzas ‘progresistas’ pujan por un ‘cambió en la Iglesia,
contra fuerzas ‘conservadoras’. Análisis por cierto típicamente
político-sociológico que escapa a todo análisis verdaderamente en la caridad
pastoral y eclesial.
Lo que es
cierto es que a mitad del Sínodo las cosas no parecían venir bien para la
Iglesia: Cristo no había estado presente casi en el Aula Sinodal. Su Evangelio
era poco referido y no había al parecer un mensaje esperanzador para las
familias, millones, que luchamos día a día para ser fieles en medio de un mundo
hostil a Cristo y su mensaje.
Eso hizo
que muchos se preocuparan y se movilizaran: Hay que rezar, hay que hacer
penitencia, hay que participar en los foros sobre el tema y poner a Cristo al
centro.
El Espíritu
Santo, ese hábil ‘soplador’, digamos “venteó” en los círculos menores, en la
segunda semana, y las cosas retomaron su rumbo: Había que dar un mensaje
alentador y de apoyo a los fieles. A quienes no lo han sido y se han apartado
del Camino de Cristo, siempre las puertas abiertas para el retorno, como
siempre la Iglesia debe de actuar. Una especie de teología de ‘mínimos’ cedió
paso a la impetuosidad de la llamada radical a seguir a Cristo y dejar el
pecado, acoger a la oveja sin dejar de dejar de manifestar en la verdad y la
caridad lo que necesita para volver unirse a la vid.
Esto es
bien diferente a los que muchos de ustedes habrán leído sobre el Sínodo.
Algunos se quitaron las caretas y decían “Ha triunfado la Sagrada Familia.
¡Viva la hipocresías!” develando que en realidad hay muchos interesados en que
la Iglesia cambié para sus ideologías, sus conveniencias, para convalidar su
pecado o su error.
La
Iglesia no debe cambiar sino para amar más y exigir más en ese amor. Que fuera
al revés, sería ceder ante el sutil engaño del Diablo. Debe amar hasta el
extremo de la contradicción ante la exigencia de ese amor, aunque eso la lleve
a quedar solita en la Cruz. Así es su destino, pues no es distinto al de su
Fundador: Debe pasar por la Cruz para llegar a la Resurrección.
2 comentarios:
"Uno de los mejores comentario que he leído, se nota que al autor también "lo venteó" el Espíritu.
Positivo, objetivo y con caridad!!"
Dra. Concepción Rodríguez
Pues sí, los medios publicaron mentiras a más no poder como que la Iglesia "no se había abierto a los homosexuales y a los divorciados". Por eso necesitamos blogs, artículos notas, etc., como este para aclarar y disipar las confusiones. La Iglesia seguirá anunciando a Jesucristo muerto resucitado contra viento y marea, la verdadera salvación para todas esas personas.
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