lunes, junio 30, 2025

¿ORGULLO? PREGUNTAS Y REFLEXIONES

 

 


José Luis Ramírez Vargas

No podemos negar que las recientes marchas del “orgullo gay” en contra de la discriminación y en pro de la igualdad se enmarcan en la perspectiva del espíritu de los tiempos en el que la lucha por el reconocimiento de los derechos de las minorías sociales se inscribe como una alta prioridad impostergable. Numerosos integrantes de esas agrupaciones, todavía en el pasado reciente, se han visto relegadas o marginadas en el mundo laboral o en los medios académicos en razón de su personalidad, hecho que contradice el derecho natural que tiene toda persona de ser respetada en razón de su dignidad. Las expresiones y planteamientos de las marchas recientes de las asociaciones LGBT+, con el consecuente apoyo gubernamental y masivo de sectores sociales no puede dejarnos indiferentes, y nos llevan a algunas reflexiones y preguntas.

 Nuestro siguiente comentario en torno a dichas marchas por el “orgullo gay”, por más respetuosa que pretende ser, puede ser considerada por algunos como políticamente incorrecta, pero reitero, es sólo con el ánimo de dilucidar un fenómeno social por demás complejo de nuestro tiempo.

El romper con las normas sociales y morales ha sido desde antiguo una válvula de escape del hombre en búsqueda de una liberación de todo lo que lo obliga o reprime. Pero no se puede negar que  hoy en día la búsqueda de la liberación de las normas que nos regían anteriormente nos está llevando a la construcción de otra normatividad, la pregunta seria: ¿no será esa nueva normatividad más coercitiva que la primera? ¿estamos en vías de normalizar un nuevo “pensamiento único” que invalida o condena el derecho a las otras propuestas?

Por otra parte, la violencia, la inseguridad, el miedo al futuro, típicos de nuestra época, producen como efecto en la sociedad el deseo de romper con las leyes morales, éticas, legales o de cualquier otro tipo. Los festejos que acompañan las protestas de estos movimientos sociales se convierten así para muchos en una excelente ocasión para la expresión pública de la desinhibición. Recordemos que esta función venía cumpliéndose desde la antigüedad, como en el caso de las fiestas de los Lupercales en la antigua Roma, y en el contexto de la cristiandad medieval en la fiesta del Carnaval. Ante esto me pregunto: ¿Esta combinación de fiesta y desfile tiene un interlocutor ante el cual se plantea o expone de forma racional un “pliego petitorio”, o más bien se reduce sólo a una ocasión para dar libre cauce a los sentimientos de un público ávido de una libertad individual aunque fuera momentánea?

Las marchas por el “orgullo” enarbolan, con sus vistosos rituales la afirmación de una identidad sexual de los individuos distinta a la grabada en la anatomía con la que se nace. Nos preguntamos: ¿esa afirmación identitaria se funda en conceptos científicos, o sólo en el sentir autorreferencial? ¿el sentimiento personal cambiante y sujeto sólo a la voluntad personal puede equipararse a la objetividad de un cuerpo cuyo ADN está bien definido desde la concepción del ser humano? ¿en qué base científica se basa la pretendida diferencia entre identidad sexual e “identidad de género”?

Para probar la cientificidad de la postura de la que hablamos, se habla de “fundamentos académicos” y de lo afirmado por instituciones internacionales -las cuales como la OMS hasta hace poco publicaban una postura distinta-.  De cara a esas afirmaciones, no podemos negar que la ratificación de la identidad sexual dependiente sólo de la decisión personal nos lleva al concepto de ideología, por lo que tal vez venga a cuento lo que comentaba hace varios años el filósofo comunista Louis Althusser. Si bien él la refería a la ideología dominante del poder político, puede sin embargo aplicarse a todo tipo de ideología. Ésta, además de ser un conjunto de ideas falsas, es un sistema de representaciones y prácticas que determinan la relación de los individuos con sus condiciones de existencia, y se materializa en instituciones y prácticas sociales que moldean la forma en que los individuos se perciben a sí mismos y al mundo. Como tal, prosigue Althusser, representa de manera imaginaria la relación de los individuos con sus condiciones reales de existencia, no con la realidad misma. La ideología opera -prosigue el filósofo- de manera inconsciente, moldeando las acciones y pensamientos de los individuos sin que estos sean plenamente conscientes de su influencia. La ciencia y el pensamiento científico pueden romper con las ideas ideológicas para acceder a una comprensión real de las relaciones sociales.

Como corolario a estas reflexiones, lo comentado recientemente por el Papa León XIV en el Jubileo de los gobernantes es digno de mencionarse. “La ley natural – decía el Papa- es la referencia universal para legislar sobre cuestiones éticas, incluidas las relativas a la intimidad personal… la ley natural, como regla universal siempre válida, encuentra en la naturaleza misma su forma más válida, plausible y convincente”.  El fundamento de dicha afirmación del Papa León no es la Biblia, como podría pensarse, ni un autor cristiano, sino un escritor de la Antigüedad Clásica: Marco Tulio Cicerón (s.I a.C.), quien describía la Ley natural con estas palabras: “La ley natural es la recta razón, conforme a la naturaleza, universal, constante y eterna, que con sus mandatos invita al deber, con sus prohibiciones disuade del mal... No está permitido modificar esta ley ni suprimirla en absoluto, ni es posible abolirla por completo; ni podemos liberarnos de ella mediante el Senado o el pueblo... Y no habrá una sola ley en Roma, una sola en Atenas, una sola en el más allá; sino una sola ley eterna e inmutable que regirá a todos los pueblos en todos los tiempos” (Cicerón, De re publica III, 22). El Papa prosigue en su discurso: “La ley natural, universalmente válida más allá de otras creencias discutibles, constituye la brújula para legislar y actuar… Que la ley se llame «natural» significa dos cosas: la primera es que el hombre la conoce por «connaturalidad” o siguiendo su naturaleza inteligente; la segunda es que para él es espontáneo e inmediato y por lo tanto natural, conocerla. Y resume así: la ley natural necesita el apoyo de una razón capaz de comprender toda la realidad …”. La pregunta que nos inspiran estas palabras seria la siguiente: ¿no es una casualidad que sólo la estructura social, natural y antropológica hombre-mujer, y de preferencia de forma estable, pueda garantizar el futuro o supervivencia de la Humanidad, y por ende la existencia de nuevas generaciones? ¿No ameritan las familias llamadas “tradicionales”, por parte del Estado un decisivo y sustancial apoyo como una prioridad de las políticas públicas?

Una última pregunta nos viene a la mente: ¿la condición de la homosexualidad al asumirse como un “orgullo” por las organizaciones, tiene en cuenta la realidad que viven numerosas personas (niños, niñas, adultos) que viven en su intimidad, en secreto o con discreción, un profundo sufrimiento en un entorno a menudo hostil? ¿Qué acciones concretas para ellos de atención, seguimiento o acompañamiento han programado las organizaciones LGBT+?

Estos cuestionamientos, lejos de tener la intención de denostar a las personas o las posturas de las organizaciones, pretenden sólo puntualizar algunos aspectos de la realidad compleja de este fenómeno social y que viven muchas personas. Sobre esto, es importante tomar en consideración lo afirmado por la doctrina de la Iglesia en el Catecismo: acoger a estas personas y evitar toda discriminación “(Los homosexuales) deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”. (C.I.C, 2358).

P.S. En el curso de las manifestaciones por el “orgullo gay” del pasado 29 de junio en la Ciudad de México, se exhibió un carro alegórico que ofendió gravemente a millones de católicos. Integrantes de la comunidad aparecieron vestidos de manera burlesca como obispos, sacerdotes e incluso como el Papa. Un claro acto de mofa hacia nuestros símbolos más sagrados. Los católicos exigimos respeto a nuestros símbolos e instituciones, de igual manera como respetamos sus manifestaciones.

 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Claro y contundente finalización del tema, que deja de golpe los varios cuestionamientos realizados, los cuales obligan a buscar sus respuestas con razonamientos lógicos,, éticos, morales y sociales.