Por José Luis Ramírez Vargas
Se ha vuelto algo
muy común en nuestros días la utilización de llamar “un hecho histórico” a
cualquier acontecimiento afortunado, o bien que está por suceder pero que de
alguna forma ya se le califica como algo que impactará positivamente en la
sociedad o en los procesos históricos de un país o del mundo.
Y efectivamente, si
revisamos los manuales de historia clásicos llamados “Historia universal”,
“Historia patria” u otros, encontraremos que los índices de dichas obras
enlistan una serie de eventos que podríamos calificar como “hechos históricos”
por la significativa relevancia
que han tenido en la evolución de una sociedad, de una cultura, o de la
humanidad, en suma, hechos que han dejado una huella importante y cuyas consecuencias
perduran hasta nuestros días. Obviamente, para que dichos sucesos se hayan
convertido en “históricos” ha sido necesaria la labor de los historiadores que
los han interpretado y revivido a partir de las fuentes documentales y el
juicio de las generaciones. Esa es su labor. Los ejemplos son abundantes: la
llegada de Cristóbal Colón al “Nuevo mundo”, la independencia de los países de
América, el descubrimiento de la penicilina, de la electricidad, de la energía
nuclear, etc., etc.
Sólo que la labor de esos a veces
impertinentes o irreverentes no se ha reducido a lo anterior, ya que también se
han dado a la par la tarea de entresacar y exponer sucesos y personajes del
pasado que de ninguna manera podríamos calificar como “positivos”, al
contrario, han dañado a la Humanidad, perjudicado la cultura, las
instituciones, o han puesto atajos al progreso científico. Esos también caben
en la definición de “hechos históricos”. Si bien, la interpretación de muchos
de ellos depende a menudo del lugar desde donde se analice el hecho -lo cual
sería tema de un interesante debate- sobran acontecimientos que gran parte de
la Humanidad ha calificado de injustos, infames, violatorios de los derechos
humanos, etc. Los ejemplos son numerosos: la esclavitud, la bomba atómica en
Hiroshima y Nagasaki, la toma del poder de Adolfo Hitler, la trata de jóvenes,
el narcotráfico, etc.
De esta breve exposición yo me atrevería
a deducir que tenemos que estar atentos en apresurarnos a llamar un “hecho
histórico”, a un acontecimiento que está por llevarse a cabo, y suponer que
estará en la lista de los que han beneficiado a la sociedad o a la Humanidad en
general. Tal vez, ese “hecho histórico”, lo será sí, pero no por sus
consecuencias positivas, sino por el daño que habrá acarreado a una sociedad o
a un país.
“La Historia me juzgará”, decía el líder
cubano Fidel Castro. Pensaba sin duda en el éxito de una revolución y cuyas
consecuencias, hoy en día a más de setenta años de esos hechos saltan a la
vista. En su caso ¿la Historia ha emitido su juicio? Se lo dejo a su reflexión.