martes, marzo 01, 2016

A unas semanas de la visita papal.

La visita del Papa Francisco a México ha sido excepcional en muchos aspectos. No solo por lo larga, sino por todos los aspectos tocados, que sin duda hacen recordar los periplos de San Juan Pablo II.
Han podido verse muchos gestos propios y oírse un magisterio diferente al de los anteriores Papas, pero siempre en sintonía con el Magisterio de la Iglesia. Hubo y hay muchas críticas: Por qué no habló de los pederastas, de los 43, que cuanto costó la visita, que por qué entró en Palacio Nacional (esto los más jacobinos), etc., etc. Eso siempre ha pasado en el pasado con las visitas papales. Si dijo por qué dijo, sino dijo por qué no dijo, si no viaja, por qué no sale del Vaticano y si viaja, por qué viaja y gasta.
Pero lo que sí debe de quedar y deben de repasarse son sus alocuciones, más allá de los titulares. Deben de estudiarse para ver qué hace cada quién en su mundo o ámbito de actuación e interés y lo que debe de hacer. No en vano vino en Cuaresma y no solo habló de conversión a los Obispos, como muchos dijeron y pensaron, sino a las familias, a los empresarios, a los jóvenes, a todos.
Es necesario que esta visita se refleje en cambios concretos en personas y estructuras. Porque ya pasaron los reflectores y la mercadotecnia televisiva. Ahora nos toca actuar para hacer patente que el Papa no vino a perder el tiempo con nosotros sino a algo muy concreto: Cambiar a México.

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