lunes, octubre 21, 2024

¿PEDIR PERDÓN POR SUCESOS DE HACE 500 AÑOS?

 

Mtro. José Luis Ramirez Vargas


Imagen: Wikipedia.org 

 

Si un mexicano odia lo español, se odia a sí mismo

Miguel León-Portilla. Historiador y antropólogo mexicano



En marzo de 2019, en su primer año como presidente, Andrés Manuel López Obrador envió una carta al rey de España, Felipe VI, con una solicitud expresa para que pidiera perdón a los pueblos originarios “por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos y matanzas e imposiciones en la Conquista".  Retomando esta iniciativa, la nueva presidente de México, Claudia Scheinbam,  denegó al rey de España Felipe VI la invitación a estar presente en su toma de protesta, y  aprovechando el día 12 de octubre de este año,  ha hecho nuevamente un llamamiento a las autoridades españolas, a pedir perdón a los pueblos originarios de México y disculparse "como han hecho otros presidentes y gobernantes”.

No se necesita un análisis profundo de los procesos históricos para detectar cómo ese discurso supone un desconocimiento manifiesto de los mismos, desconocimiento que lleva a adoptar una visión ideológica y sesgada de los acontecimientos, pero que resulta útil para subrayar la narrativa del régimen.

Dicha visión insiste en el “trauma” de la conquista que parece no haber sido superado, de donde se deriva un complejo de inferioridad y un cerrado nacionalismo, según lo señalaba Samuel Ramos en su “Perfil del hombre y la cultura el México” (1934). En su obra, este antropólogo social abogaba por una superación de esa problemática social mediante la apertura a la universalidad. Dos décadas después, el que sería premio Nobel de literatura, Octavio Paz, en su “Laberinto de la soledad” (1950), abordaba con agudeza el tema, y pregonaba la necesidad de hacer un amplio repaso histórico a fin de sacar a la luz los "traumas" del país y encontrarles una solución.

La historiografía más reciente ha puesto en relieve personajes, aspectos, coyunturas y períodos otrora ignorados para contar con una visión más precisa y exacta de nuestra complicada historia nacional, baste citar como ejemplo las aportaciones del  Departamento de Investigaciones Históricas del INAH, del Centro de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, el de El Colegio de México, y otros más, los cuales  han contribuido en los últimos años a “superar el provincialismo que ha aquejado a la historiografía mexicana”, como decía la historiadora Josefina Zoraida Vázquez.

No obstante, la narrativa oficial actual ha decidido seguir apegada a la más simplista historia oficial, y ahora con más insistencia parece querer regresarnos varias décadas atrás al complejo histórico de “conquistados” por una civilización ajena a los mexicanos (¡de entonces!),  y hacernos creer que nuestros antepasados fueron los náhuatles. A la civilización que llevó a cabo la conquista, ahora encarnada en una nación moderna, 500 años después, se le exige pedir perdón a un México del siglo XXI, que es fruto de esa civilización…  Ante semejante desatino histórico vale la pena precisar brevemente unos puntos:

En el siglo XVI no existía aún el país en el que vivimos ahora. El territorio actual estaba ocupado por las civilizaciones náhuatl, maya, tarasca, otomí, y otras, con relaciones a menudo conflictivas entre ellas, o sometidas a vasallaje, en particular de parte del poderoso imperio náhuatl. Al ser conquistado el imperio mexica -con la ayuda imprescindible de pueblos tlaxcaltecas- se fundará la “Nueva España”, el cual fue el germen de lo que sería al cabo de unos siglos la nación mexicana. Los pueblos originarios de entonces pasarán a ser vasallos no de España, sino del Reino de Castilla y Aragón. Los “primeros mexicanos” – título del libro del antropólogo Fernando Benítez- pasarán a ser las generaciones surgidas de la mezcla progresiva de los dos pueblos, como reza la leyenda colocada en la plaza de Tlatelolco en la Ciudad de México.

El derecho de conquista regía, desde hacía siglos, en la civilización occidental, y los errores, abusos y destrucción de una civilización en Mesoamérica -por supuesto no justificables, otros sí como la supresión de los sacrificios humanos- fueron la consecuencia de esa concepción, para la cual no existía ni la salvaguarda de las culturas, ni los derechos humanos tal como ahora los concebimos, ni la democracia, ni los demás valores que la Humanidad -y la misma Iglesia- ha ido descubriendo y adoptando. Ante esto, una pregunta queda en el aire: ¿hoy en día, 500 años después, esos valores son respetados por la sociedad actual?

Y si es cierto que existieron abusos, pero también es cierto que, a penas realizada la conquista, con el emperador Carlos I se promulgaron leyes que protegieron los derechos de los indígenas frente al posible abuso por parte de los españoles, como la prohibición de esclavizarlos, el trabajo de los menores de catorce años y el maltrato, tanto físico como psicológico etc. Las órdenes religiosas por su parte contribuyeron a la educación, organización del trabajo e innumerables obras de beneficencia social que describió con maestría el historiador Robert Ricard en su “Conquista espiritual de México” (1947). La Universidad Pontificia de México, creada en 1553, fue también obra de la Iglesia.

El Papa Francisco ya se pronunció al respecto en estos términos: “Hubo pecado y abundante, por eso pedimos perdón…  pero allí también donde hubo abundante pecado, sobreabundó la gracia a través de esos hombres que defendieron la justicia de los pueblos originarios (Discurso en el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares. Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. 9 de julio de 2015).

En suma, lo que nos ha dejado a todos esa inútil controversia político-diplomática es que los acontecimientos del pasado con sus consecuencias no deben ser revisadas con criterios políticos o ideológicos del presente, ya que querámoslo o no, los mexicanos de hoy en día somos herederos genética o culturalmente de esa cultura hispana, y de múltiples formas actualmente estamos hermanados con los españoles de hoy. El exigir perdón a una nación hermana por los abusos que cometieron nuestros propios antepasados resulta ser un sinsentido, y sólo contribuye a crear una división entre nuestros países en aras de una inútil reivindicación histórica.

Para los cristianos de América Latina, el legado moral y sobre todo de la Fe que nos fue transmitida  por la Iglesia de España es sin duda un tesoro invaluable por el que vale la pena dar gracias por encima de toda petición de perdón.

 

 

 P.S. Este 20 de octubre fue asesinado en Chiapas en P. Marcelo Pérez, sacerdote ejemplar, de

origen tzotzil, promotor de la paz y la justicia en una región castigada por la violencia y la

impunidad. Los católicos pedimos que su sangre derramada no haya sido inútil, sino que

contribuya a obtener esa paz por la que tanto luchó el P. Marcelo. ¿Esta vez a quién le

corresponde ahora pedir perdón a la Iglesia y a los pueblos originarios representados por este

sacerdote?



martes, octubre 15, 2024

Santa Teresa de Avila

 

Pintura de Pietro Novelli (arquitecto y pintor italiano 1603_1647)


Mujer del Siglo XVI que dignificó a la Mujer de todos los tiempos y, que encontró el significado, alimento y conexión del alma que vive en nuestro cuerpo. Su nombre: Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Ávila o Santa Teresa de Jesús

 

Por: Patricia Martínez Gutiérrez

 

¡Me confieso impactada!... sí, lo ha leído bien, “impactada”.

Después de haber leído cinco libros, ver una serie y documentales con teólogos, filósofos, historiadores, escritores acerca de Teresa de Jesús quedé aturdida para bien.

Conocer a Teresa de Jesús en el siglo XXI, nos permite que sean resaltadas sus hazañas, su forma de pensar, convicción, filosofía, amor por Dios y se aplaude de pie el fervoroso valor de accionar, pues una mujer que emprendió una reforma en el siglo XVI, fue una tarea de lucha impresionante y titánica, imagínese quebró paradigmas, cambió la cultura, modificó contextos, tradiciones, trastocó formas de vida de las autoridades de la iglesia, monjas, monjes, sacerdotes, santa inquisición. Ella, por obediencia a Dios, cimbró el mundo de aquella época para modificar su entorno y dejar una profunda huella espiritual que perdura hasta  nuestros días.

Teresa de Jesús nace en Ávila España el 28 de marzo de 1515 y muere el 4 de octubre de 1582, pero coincidió el ajuste de los 10 días y el cambio del calendario juliano al gregoriano, el día siguiente que murió Teresa no era 5 de octubre sino 15 de octubre.

Los padres de Teresa se llamaban Alonso Sánchez de Cepeda y Doña Beatriz Ávila de Ahumada. Tuvo 12 hermanos incluyendo a dos de ellos del primer matrimonio de su padre que enviudó. Por esa razón, la mamá de Teresa fue la segunda esposa del Señor Sánchez de Cepeda.

Desde niña fue aficionada a la lectura, en su casa había buenos libros, pero también ella declaró que le encantaban las novelas de caballería como a su madre; a su papá, no le gustaba ese tipo de lectura, sin embargo, a escondidas las leían. Es necesario resaltar que en esa época la mujer no se le permitía abiertamente que se cultivara a través de la lectura…. es decir, en ellas, las mujeres, no se fomentaba el interés por leer.

La vida de Santos impactó su mente de niña de seis o siete años y admiraba cómo los santos ofrecían su vida a Dios, pero más le sorprendía que a cambio, les esperaba el cielo con grandes alegrías y ella quería gozar y ser feliz. Un día Teresa, a su escasa edad, convenció a su hermano Rodrigo que era mayor que ella para que huyeran a tierra de moros para morir mártir por Dios, sin embargo, esa fuga de casa no resultó, el tío Francisco los encontró y regresó a su hogar.

 

Teresa en su adolescencia olvidó aquellos juegos de niña y se convirtió en una dama muy guapa que llamaba la atención hasta de sus primos, ella quedó huérfana de madre a la edad de 13 años. Teresa mencionó en su libro de la vida lo siguiente: a esa edad “comencé a engalanarme, y a desear agradar y parecer bien, con mucho cuidado de manos y cabellos, y olores y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran hartas, por ser yo muy curiosa”. En sus páginas también hizo una invitación a los padres para que cuiden a los hijos adolescentes y a sus amistades, porque a esa edad, existen tentaciones y es necesario estar al pendiente de la juventud.

 

Su padre, aprovechó que la hermana mayor de Teresa se casó y lo tomó como pretexto para internarla a los 16 años en el pensionado de las religiosas agustinas de Ávila, para que conviviera con jóvenes de su edad, ella se hizo amiga de una religiosa que platicaba con sabiduría y eso le agradó a la joven. Sin embargo, Teresa no deseaba ser monja, huía de cualquier decisión que la encaminara a convertirse en religiosa y era enemiga de convertirse en monja. La vocación surgió después de un tiempo de lucha, hasta que, por fin, al descubrir que es en vano resistirse al llamado, a la edad de 20 años decidió entrar a un convento llamado: Señora de la Encarnación con más de 200 religiosas carmelitas del monte carmelo, ahí tuvo a una amiga, y a escondidas de su padre, huyó en compañía de su hermano al convento, porque su padre no le otorgó el permiso pero al poco tiempo, terminó por aceptarlo.

 

Inició la vida en el monasterio y al fin profesó. La vida conventual era extremadamente sociable no obligaba a la clausura. La aristocracia de la ciudad donde existía un convento visitaba a las monjas recluidas y las pláticas eran frívolas y uno que otro deseaba filosofar.

 

Teresa sufrió de diversas enfermedades, la más severa es “mal del corazón” que le provocó continuos desmayos, convulsiones, fiebres, pérdida de apetito, y varias veces salió del convento para llevarla con curanderos porque los médicos la desahuciaron, sin embargo, las “medicinas” que le proporcionaban otras personas con fama, casi terminan con su vida. En esas salidas, su tío a quien quería mucho le regaló un libro que sacudió su interior, el libro se llamaba “Tercer abecedario espiritual de Francisco de Osuna” que enseñaba la oración introspectiva, técnicas de recogimiento y le gustó tanto, que se alegró de tener ese libro e imitó la forma de orar en el silencio e introspección.

 

Un día, en la casa de su padre le dio una convulsión severa que provocó un estado de coma, quedó sin sentido y la creyeron muerta por cuatro días, su padre se resistió y le hicieron la prueba de la parafina en sus párpados, y al no volver en sí, confirmaron su muerte, el padre no aceptó que Teresa hubiese muerto y aún con la sepultura abierta en su monasterio, y después de efectuar sus honras por un sacerdote de otro lugar, al cuarto día empezó a mover su mano y con debilidad recobró el sentido. Después de ese admirable episodio, pidió ser llevada al convento, pero no se levantó durante tres años y oró con todas sus fuerzas a Dios a través de San José, por su salud y, un día, se incorporó hasta lograr andar a gatas para después caminar y recobrar la salud temporal.

 

La vida del convento la envolvió nuevamente y como ella tenía facilidad para conversar, se le dificultaba luchar contra esa actitud amistosa, una de las costumbres del monasterio era que las religiosas pasaban en el locutorio horas y horas parloteando con las familias que las visitaban y entonces Teresa se justificaba porque al ser una costumbre, Teresa pensaba que hablarles de Dios a esos visitantes, era lo correcto, sin embargo, lo que deseaba en su interior se vislumbraba como un recogimiento aislado, había experimentado la oración contemplativa por lo tanto, sus confesores no la comprendían.

 

En una ocasión, Teresa encontró una escultura de Cristo representado cuando fue azotado y con las manos amarradas a un pilar, esa imagen la necesitaban para un evento y temporalmente la dejaron guardada en ese lugar. Cuando la observó Teresa de Ávila, se conmovió a tal magnitud, que se arrojó a los pies de Jesús llorando amargamente por el sufrimiento representado y escribió: “Me sentí tan dolorida de lo mal que yo había pagado o agradecido aquellas llagas que, según recuerdo, el corazón se me partía y me arrojé a sus pies pidiéndole con abundantes lágrimas que me fortaleciera de una vez para no ofenderlo más”.

 

Fueron dos sus momentos de liberación, aunque ella dice que fueron de conversión: 1) al leer las confesiones de San Agustín y,

2) el momento que vio esta escultura de cristo llagado.

 

Pasó el tiempo y en una ocasión, en una plática con las hermanas religiosas, una de ellas de nombre María de Ocampo le expuso a Teresa formar un monasterio donde se pudiera vivir el recogimiento y la oración constante, sin el bullicio de las visitas que las distraían a quienes gustaban de orar en silencio, un lugar donde se viviera la original regla del Carmelo.

 

En una ocasión al terminar de comulgar Teresa vio claramente la voluntad del señor de formar un monasterio que sería el de San José en el que existiría la pobreza, recogimiento y oración e inmediatamente gestionó a través de sus amistades que le apoyaron hasta que una noche recibió el permiso de Roma para formar el nuevo convento.

 

Por el escrito extenso omito todas las calamidades que sufrió, desacuerdos con los ciudadanos, sacerdotes, religiosas, algunos frailes la apoyaron y presentaron el proyecto al obispo de Ávila quien lo autorizó pese a los riesgos. Estas dificultades no fueron fáciles de afrontar, tuvo miedo de estar haciendo cosas indebidas, viajó de noche para evitar que algunos pueblos boicotearan la apertura de los conventos, ella decidió que no fueran conventos de limosnas para evitar ser manipuladas por sus bienhechores, fueron tempestades las que se vinieron encima, sorteó el estallido de una guerra interna entre las monjas sus compañeras que se resistían a que existiera una reforma, ellas querían seguir siendo libres socialmente, y temían que se cancelaran esas actividades.

 

Definitivamente Teresa sabía que jamás reformaría dentro de su orden, debería ser otra, lejos de los carmelitas calzados, pues con la reforma se llamarían carmelitas descalzos.

 

Fundó más de 17 conventos y entre los sacerdotes que la apoyaron fue San Juan de la Cruz, un fraile místico como ella, inclusive se cuenta, que un día de la Santísima Trinidad los encontraron hablando de este misterio hasta entrar en éxtasis.

 

San Juan de la Cruz fue arrestado en diciembre de 1577 por religiosos carmelitas calzados que estaban en contra de la reforma y lo sometieron a torturas muy peligrosas por más de ocho meses, eh ahí lo grandioso de su espíritu que, dentro de un calabozo de Toledo, en las peores condiciones infrahumanas, resurge el cántico espiritual que memorizó, escribió en un papel que le dio un hermano que cuidaba su celda y posteriormente en libertad lo terminó. San Juan de la Cruz es Doctor de la iglesia y el más grande de los poetas, dice Salvador García: “Al abordar la obra de San Juan de la Cruz no habría que perder de vista que estamos ante un místico, un hombre espiritual, y a la vez un extraordinario poeta: el poeta místico por antonomasia de la literatura española, el más eximio y el más breve -con sólo 15 poemas que suman en total 960 versos, de los cuales 264, correspondientes a la trilogía lírica de Cántico-Noche-Llama, le han hecho justamente famoso-, y que sólo enfocándolo poéticamente se le puede comprender, pues todo él es poesía, en el sentido más noble de la palabra, por cuanto que en la rica polisemia de sus versos se encierra ya todo su mensaje”.

 

Teresa de Ávila inició una reforma que, a pesar de las dificultades y las confrontaciones con algunos obispos, sacerdotes de la iglesia católica, las monjas y monjes de los Carmelitas Calzados. Por lo tanto, es loable que, en su agonía, con sus últimas palabras corona su lucha al decir que muere siendo hija de la iglesia católica (“Al fin, soy hija de la Iglesia”).

 

El ímpetu de Teresa de Jesús para conseguir la reforma es muy significativo, debido a que en esa época la iglesia era fuertemente sacudida por la reforma protestante de Martín Lutero ( 1483-1546) y fue tan fuerte por la divulgación de sus conocidas 95 tesis que refutaban enseñanzas desde la perspectiva de la iglesia y evidenciaban los errores reales de la iglesia católica, por lo tanto, que Teresa haya iniciado también una reforma en esos años la tenía en el ojo del huracán, sin embargo, ella lo hizo dentro de la iglesia católica y vaya que también sacudió tremendamente a sus integrantes y algunas autoridades…definitivamente era necesario otra orden.

 

Además deseo contarles que los sacerdotes que eran sus confesores le pidieron a Teresa de Ávila que escribiese acerca de sus vivencias y se produjo el “libro de la vida” y siguieron otros más. Le hacen esta petición una vez que éstos se inquietaron por sus visiones y manifestaciones místicas, en cuanto se tuvo conocimiento acerca del primer libro que ella escribió, Teresa no se amedrentó y aunque existía una cultura de dominio del hombre hacia la mujer, ella por voluntad propia envió al Santo Oficio su libro para que éste le formulara las críticas necesarias y afrontó lo que se avecinara, independientemente de las consecuencias que pudieron ser fatales por esta decisión. Sin embargo, su valor fue más allá y se expuso a ser enjuiciada.

A Teresa también le quitaron sus libros como lo hicieron con Sor Juana Inés de la Cruz, la religiosa de Ávila se molestó al ver que eran quemados, y con dolor al desprenderse de ellos aceptó una verdad absoluta desde ese día: el mejor libro sería Dios. A Teresa se le presentaron visiones de ángeles, demonios, almas del purgatorio, infierno y sufrió tentaciones varias veces, fue una gran bendición que su alma estuviese fuertemente adherida a Dios, en otras circunstancias la hubiesen desquiciado. Ella sufrió transverberación, visualiza a un ángel que le traspasa el corazón con un dardo de oro largo, con fuego en la punta que le traspasaba el corazón y la dejó llena de amor de Dios. Según estudiosos, en la iglesia católica, este evento significa una experiencia mística o un fenómeno que experimenta una persona que ha logrado unión con Dios, siente que se le traspasa el corazón por un fuego inexplicable.

 

Teresa escribió miles de cartas, profundos poemas, interesantes libros como camino de perfección, castillo interior, las moradas, libro de la vida, entre otros documentos. Fue la primera mujer a quien se le dio el título de Doctora de la Iglesia.

 

Teresa afrontó al mundo de los hombres, envió cartas al Rey de España, letrados importantes, banqueros, conocía de administración y negocios. Tenía un temple extraordinario a tal grado, que convenció a San Juan de la Cruz para crear el monasterio masculino con la misma reforma de los carmelitas descalzos. Esta reforma tenía la intención de volver a los orígenes del carmelo, monasterios austeros, humildes y donde el aire fuese la oración y el recogimiento.

 

¿En qué coincidían Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz? Desde mi pobre perspectiva estos dos santos y doctores de la Iglesia, descubrieron el camino de la oración de recogimiento, contemplativa y se auxiliaron de esta vereda para encontrar a Dios. Comprendieron que es el Alma que habita en las profundidades de nuestro cuerpo se comunica con el creador, el alma vive de la relación ardiente con el Omnipotente y, por ende, el alma siempre tiene sed del amor de Dios. Nuestra humanidad nos distrae de este bello enfoque y la descuidamos, la manchamos, destruimos, olvidamos y si extraviamos la oración diaria, profunda y sincera por desconocimiento, martirizamos el alma porque la oración es su alimento. Si conociéramos la importancia de cuidar el alma, nuestro cambio sería radical y profundo inspirado en alcanzar una vida terrenal en plenitud y con visión directa hacia vivir la eternidad.

 

Teresa proclamaba profundamente “vivo sin vivir en mi…muero porque no muero” “alma buscarte has de mi”, “Oh hermosura que excedéis”, “Nada te turbe”, entre otros poemas verdaderamente profundos y en un estado de rendición ante Dios. Era a tal grado su extravío en Dios, su abandono en Él que vivió una visión impactante llamada: transverberación como lo expliqué en la parte superior.

 

Teresa de Ávila ha sido la primera mujer doctora de la iglesia desde el 27 de septiembre de 1970 por el papa Pablo VI, sus libros se han editado al italiano, griego, árabe, japonés, chino, francés, ruso, inglés, latín, croata, alemán, flamenco.

 

La obra de Teresa de Jesús ha dejado en mi persona un huracán que arrasa con las dudas referente a la existencia de una eternidad y ha sembrado la inquietud de buscar hasta encontrar el alma que habita en las profundidades de mi YO.

 

Gracias por leer hasta aquí

 Mtra. Patricia Vidal