Pintura de Pietro Novelli (arquitecto y pintor italiano 1603_1647)
Mujer del Siglo XVI que dignificó a la Mujer de todos
los tiempos y, que encontró el significado, alimento y conexión del alma que
vive en nuestro cuerpo. Su nombre: Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Ávila
o Santa Teresa de Jesús
Por: Patricia Martínez Gutiérrez
¡Me confieso impactada!... sí, lo ha leído bien,
“impactada”.
Después de haber leído cinco libros, ver una serie y
documentales con teólogos, filósofos, historiadores, escritores acerca de
Teresa de Jesús quedé aturdida para bien.
Conocer a Teresa de Jesús en el siglo XXI, nos permite
que sean resaltadas sus hazañas, su forma de pensar, convicción, filosofía,
amor por Dios y se aplaude de pie el fervoroso valor de accionar, pues una
mujer que emprendió una reforma en el siglo XVI, fue una tarea de lucha
impresionante y titánica, imagínese quebró paradigmas, cambió la cultura,
modificó contextos, tradiciones, trastocó formas de vida de las autoridades de
la iglesia, monjas, monjes, sacerdotes, santa inquisición. Ella, por obediencia
a Dios, cimbró el mundo de aquella época para modificar su entorno y dejar una
profunda huella espiritual que perdura hasta nuestros días.
Teresa de Jesús nace en Ávila España el 28 de marzo de
1515 y muere el 4 de octubre de 1582, pero coincidió el ajuste de los 10 días y
el cambio del calendario juliano al gregoriano, el día siguiente que murió
Teresa no era 5 de octubre sino 15 de octubre.
Los padres de Teresa se llamaban Alonso Sánchez de
Cepeda y Doña Beatriz Ávila de Ahumada. Tuvo 12 hermanos incluyendo a dos de
ellos del primer matrimonio de su padre que enviudó. Por esa razón, la mamá de
Teresa fue la segunda esposa del Señor Sánchez de Cepeda.
Desde niña fue aficionada a la lectura, en su casa
había buenos libros, pero también ella declaró que le encantaban las novelas de
caballería como a su madre; a su papá, no le gustaba ese tipo de lectura, sin
embargo, a escondidas las leían. Es necesario resaltar que en esa época la
mujer no se le permitía abiertamente que se cultivara a través de la lectura….
es decir, en ellas, las mujeres, no se fomentaba el interés por leer.
La vida de Santos impactó su mente de niña de seis o
siete años y admiraba cómo los santos ofrecían su vida a Dios, pero más le
sorprendía que a cambio, les esperaba el cielo con grandes alegrías y ella
quería gozar y ser feliz. Un día Teresa, a su escasa edad, convenció a su
hermano Rodrigo que era mayor que ella para que huyeran a tierra de moros para
morir mártir por Dios, sin embargo, esa fuga de casa no resultó, el tío
Francisco los encontró y regresó a su hogar.
Teresa en su adolescencia olvidó aquellos juegos de
niña y se convirtió en una dama muy guapa que llamaba la atención hasta de sus
primos, ella quedó huérfana de madre a la edad de 13 años. Teresa mencionó en
su libro de la vida lo siguiente: a esa edad “comencé a engalanarme, y a
desear agradar y parecer bien, con mucho cuidado de manos y cabellos, y olores
y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran hartas, por ser yo muy
curiosa”. En sus páginas también hizo una invitación a los padres para que
cuiden a los hijos adolescentes y a sus amistades, porque a esa edad, existen
tentaciones y es necesario estar al pendiente de la juventud.
Su padre, aprovechó que la hermana mayor de Teresa se
casó y lo tomó como pretexto para internarla a los 16 años en el pensionado de
las religiosas agustinas de Ávila, para que conviviera con jóvenes de su edad,
ella se hizo amiga de una religiosa que platicaba con sabiduría y eso le agradó
a la joven. Sin embargo, Teresa no deseaba ser monja, huía de cualquier
decisión que la encaminara a convertirse en religiosa y era enemiga de
convertirse en monja. La vocación surgió después de un tiempo de lucha, hasta que,
por fin, al descubrir que es en vano resistirse al llamado, a la edad de 20
años decidió entrar a un convento llamado: Señora de la Encarnación con más de
200 religiosas carmelitas del monte carmelo, ahí tuvo a una amiga, y a
escondidas de su padre, huyó en compañía de su hermano al convento, porque su
padre no le otorgó el permiso pero al poco tiempo, terminó por aceptarlo.
Inició la vida en el monasterio y al fin profesó. La
vida conventual era extremadamente sociable no obligaba a la clausura. La
aristocracia de la ciudad donde existía un convento visitaba a las monjas recluidas
y las pláticas eran frívolas y uno que otro deseaba filosofar.
Teresa sufrió de diversas enfermedades, la más severa es
“mal del corazón” que le provocó continuos desmayos, convulsiones, fiebres,
pérdida de apetito, y varias veces salió del convento para llevarla con
curanderos porque los médicos la desahuciaron, sin embargo, las “medicinas” que
le proporcionaban otras personas con fama, casi terminan con su vida. En esas
salidas, su tío a quien quería mucho le regaló un libro que sacudió su
interior, el libro se llamaba “Tercer abecedario espiritual de Francisco de
Osuna” que enseñaba la oración introspectiva, técnicas de recogimiento y le
gustó tanto, que se alegró de tener ese libro e imitó la forma de orar en el
silencio e introspección.
Un día, en la casa de su padre le dio una convulsión
severa que provocó un estado de coma, quedó sin sentido y la creyeron muerta
por cuatro días, su padre se resistió y le hicieron la prueba de la parafina en
sus párpados, y al no volver en sí, confirmaron su muerte, el padre no aceptó
que Teresa hubiese muerto y aún con la sepultura abierta en su monasterio, y
después de efectuar sus honras por un sacerdote de otro lugar, al cuarto día
empezó a mover su mano y con debilidad recobró el sentido. Después de ese
admirable episodio, pidió ser llevada al convento, pero no se levantó durante
tres años y oró con todas sus fuerzas a Dios a través de San José, por su salud
y, un día, se incorporó hasta lograr andar a gatas para después caminar y
recobrar la salud temporal.
La vida del convento la envolvió nuevamente y como
ella tenía facilidad para conversar, se le dificultaba luchar contra esa
actitud amistosa, una de las costumbres del monasterio era que las religiosas
pasaban en el locutorio horas y horas parloteando con las familias que las
visitaban y entonces Teresa se justificaba porque al ser una costumbre, Teresa
pensaba que hablarles de Dios a esos visitantes, era lo correcto, sin embargo,
lo que deseaba en su interior se vislumbraba como un recogimiento aislado,
había experimentado la oración contemplativa por lo tanto, sus confesores no la
comprendían.
En una ocasión, Teresa encontró una escultura de
Cristo representado cuando fue azotado y con las manos amarradas a un pilar,
esa imagen la necesitaban para un evento y temporalmente la dejaron guardada en
ese lugar. Cuando la observó Teresa de Ávila, se conmovió a tal magnitud, que
se arrojó a los pies de Jesús llorando amargamente por el sufrimiento
representado y escribió: “Me sentí tan dolorida de lo mal que yo había
pagado o agradecido aquellas llagas que, según recuerdo, el corazón se me
partía y me arrojé a sus pies pidiéndole con abundantes lágrimas que me
fortaleciera de una vez para no ofenderlo más”.
Fueron dos sus momentos de liberación, aunque ella
dice que fueron de conversión: 1) al leer las confesiones de San Agustín y,
2) el momento que vio esta escultura de cristo
llagado.
Pasó el tiempo y en una ocasión, en una plática con
las hermanas religiosas, una de ellas de nombre María de Ocampo le expuso a
Teresa formar un monasterio donde se pudiera vivir el recogimiento y la oración
constante, sin el bullicio de las visitas que las distraían a quienes gustaban
de orar en silencio, un lugar donde se viviera la original regla del Carmelo.
En una ocasión al terminar de comulgar Teresa vio
claramente la voluntad del señor de formar un monasterio que sería el de San
José en el que existiría la pobreza, recogimiento y oración e inmediatamente
gestionó a través de sus amistades que le apoyaron hasta que una noche recibió
el permiso de Roma para formar el nuevo convento.
Por el escrito extenso omito todas las calamidades que
sufrió, desacuerdos con los ciudadanos, sacerdotes, religiosas, algunos frailes
la apoyaron y presentaron el proyecto al obispo de Ávila quien lo autorizó pese
a los riesgos. Estas dificultades no fueron fáciles de afrontar, tuvo miedo de
estar haciendo cosas indebidas, viajó de noche para evitar que algunos pueblos
boicotearan la apertura de los conventos, ella decidió que no fueran conventos
de limosnas para evitar ser manipuladas por sus bienhechores, fueron
tempestades las que se vinieron encima, sorteó el estallido de una guerra
interna entre las monjas sus compañeras que se resistían a que existiera una reforma,
ellas querían seguir siendo libres socialmente, y temían que se cancelaran esas
actividades.
Definitivamente Teresa sabía que jamás reformaría
dentro de su orden, debería ser otra, lejos de los carmelitas calzados, pues
con la reforma se llamarían carmelitas descalzos.
Fundó más de 17 conventos y entre los sacerdotes que
la apoyaron fue San Juan de la Cruz, un fraile místico como ella, inclusive se
cuenta, que un día de la Santísima Trinidad los encontraron hablando de este
misterio hasta entrar en éxtasis.
San Juan de la Cruz fue arrestado en diciembre de 1577
por religiosos carmelitas calzados que estaban en contra de la reforma y lo
sometieron a torturas muy peligrosas por más de ocho meses, eh ahí lo grandioso
de su espíritu que, dentro de un calabozo de Toledo, en las peores condiciones
infrahumanas, resurge el cántico espiritual que memorizó, escribió en un papel
que le dio un hermano que cuidaba su celda y posteriormente en libertad lo
terminó. San Juan de la Cruz es Doctor de la iglesia y el más grande de los
poetas, dice Salvador García: “Al abordar la obra de San Juan de la Cruz no
habría que perder de vista que estamos ante un místico, un hombre espiritual, y
a la vez un extraordinario poeta: el poeta místico por antonomasia de la literatura
española, el más eximio y el más breve -con sólo 15 poemas que suman en total
960 versos, de los cuales 264, correspondientes a la trilogía lírica de
Cántico-Noche-Llama, le han hecho justamente famoso-, y que sólo enfocándolo
poéticamente se le puede comprender, pues todo él es poesía, en el sentido más
noble de la palabra, por cuanto que en la rica polisemia de sus versos se
encierra ya todo su mensaje”.
Teresa de Ávila inició una reforma que, a pesar de las
dificultades y las confrontaciones con algunos obispos, sacerdotes de la
iglesia católica, las monjas y monjes de los Carmelitas Calzados. Por lo tanto,
es loable que, en su agonía, con sus últimas palabras corona su lucha al decir
que muere siendo hija de la iglesia católica (“Al fin, soy hija de la
Iglesia”).
El ímpetu de Teresa de Jesús para conseguir la reforma
es muy significativo, debido a que en esa época la iglesia era fuertemente
sacudida por la reforma protestante de Martín Lutero ( 1483-1546) y fue tan
fuerte por la divulgación de sus conocidas 95 tesis que refutaban enseñanzas
desde la perspectiva de la iglesia y evidenciaban los errores reales de la
iglesia católica, por lo tanto, que Teresa haya iniciado también una reforma en
esos años la tenía en el ojo del huracán, sin embargo, ella lo hizo dentro de
la iglesia católica y vaya que también sacudió tremendamente a sus integrantes
y algunas autoridades…definitivamente era necesario otra orden.
Además deseo contarles que los sacerdotes que eran sus
confesores le pidieron a Teresa de Ávila que escribiese acerca de sus vivencias
y se produjo el “libro de la vida” y siguieron otros más. Le hacen esta
petición una vez que éstos se inquietaron por sus visiones y manifestaciones
místicas, en cuanto se tuvo conocimiento acerca del primer libro que ella escribió,
Teresa no se amedrentó y aunque existía una cultura de dominio del hombre hacia
la mujer, ella por voluntad propia envió al Santo Oficio su libro para que éste
le formulara las críticas necesarias y afrontó lo que se avecinara,
independientemente de las consecuencias que pudieron ser fatales por esta
decisión. Sin embargo, su valor fue más allá y se expuso a ser enjuiciada.
A Teresa también le quitaron sus libros como lo
hicieron con Sor Juana Inés de la Cruz, la religiosa de Ávila se molestó al ver
que eran quemados, y con dolor al desprenderse de ellos aceptó una verdad
absoluta desde ese día: el mejor libro sería Dios. A Teresa se le presentaron
visiones de ángeles, demonios, almas del purgatorio, infierno y sufrió
tentaciones varias veces, fue una gran bendición que su alma estuviese
fuertemente adherida a Dios, en otras circunstancias la hubiesen desquiciado.
Ella sufrió transverberación, visualiza a un ángel que le traspasa el corazón
con un dardo de oro largo, con fuego en la punta que le traspasaba el corazón y
la dejó llena de amor de Dios. Según estudiosos, en la iglesia católica, este
evento significa una experiencia mística o un fenómeno que experimenta una
persona que ha logrado unión con Dios, siente que se le traspasa el corazón por
un fuego inexplicable.
Teresa escribió miles de cartas, profundos poemas,
interesantes libros como camino de perfección, castillo interior, las moradas,
libro de la vida, entre otros documentos. Fue la primera mujer a quien se le
dio el título de Doctora de la Iglesia.
Teresa afrontó al mundo de los hombres, envió cartas
al Rey de España, letrados importantes, banqueros, conocía de administración y
negocios. Tenía un temple extraordinario a tal grado, que convenció a San Juan
de la Cruz para crear el monasterio masculino con la misma reforma de los
carmelitas descalzos. Esta reforma tenía la intención de volver a los orígenes
del carmelo, monasterios austeros, humildes y donde el aire fuese la oración y
el recogimiento.
¿En qué coincidían Teresa de Jesús y San Juan de la
Cruz? Desde mi pobre perspectiva estos dos santos y doctores de la Iglesia,
descubrieron el camino de la oración de recogimiento, contemplativa y se
auxiliaron de esta vereda para encontrar a Dios. Comprendieron que es el Alma
que habita en las profundidades de nuestro cuerpo se comunica con el creador,
el alma vive de la relación ardiente con el Omnipotente y, por ende, el alma
siempre tiene sed del amor de Dios. Nuestra humanidad nos distrae de este bello
enfoque y la descuidamos, la manchamos, destruimos, olvidamos y si extraviamos
la oración diaria, profunda y sincera por desconocimiento, martirizamos el alma
porque la oración es su alimento. Si conociéramos la importancia de cuidar el
alma, nuestro cambio sería radical y profundo inspirado en alcanzar una vida
terrenal en plenitud y con visión directa hacia vivir la eternidad.
Teresa proclamaba profundamente “vivo sin vivir en
mi…muero porque no muero” “alma buscarte has de mi”, “Oh hermosura que excedéis”,
“Nada te turbe”, entre otros poemas verdaderamente profundos y en un estado de
rendición ante Dios. Era a tal grado su extravío en Dios, su abandono en Él que
vivió una visión impactante llamada: transverberación como lo expliqué en la
parte superior.
Teresa de Ávila ha sido la primera mujer doctora de la
iglesia desde el 27 de septiembre de 1970 por el papa Pablo VI, sus libros se
han editado al italiano, griego, árabe, japonés, chino, francés, ruso, inglés,
latín, croata, alemán, flamenco.
La obra de Teresa de Jesús ha dejado en mi persona un
huracán que arrasa con las dudas referente a la existencia de una eternidad y
ha sembrado la inquietud de buscar hasta encontrar el alma que habita en las
profundidades de mi YO.
Gracias por leer hasta aquí
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