martes, abril 29, 2008

Lectio Divina

“La lectio divina” (“lectura divina”) nos coloca en la tradición más antigua de nuestra fe para abordar el texto bíblico. Esta forma de leer la sagrada Escritura es rabínica, guardando las diferencias, es la misma que usaban los Santos Padres y algunos Santos de la Iglesia.

Se trata de un ejercicio de ESCUCHA de la Palabra, que capta el misterio del Verbo encarnado y penetra, por tanto, en el misterio mismo de Dios. No hay vida cristiana en profundidad sin la “lectio divina”. El objetivo es leer la Escritura con espíritu de oración, como palabra de Dios, con espíritu de humilde escucha y en un marco eclesial. Se trata, a fin de cuentas, de iluminar el ámbito de nuestra vida.

No es, pues, una lectura privada, no es un estudio, no es un instrumento cultural: es un auténtico momento de oración.

Es una actividad compleja, progresiva, hecha de etapas o momentos sucesivos que intentaremos exponer enseguida.

1.Lectio

A veces leemos cursivamente, apresuradamente, o queremos ir inmediatamente en busca de algún comentario, alguna explicación sin dedicar personalmente una lectura atenta. Se trata, en esta parte, de leer y releer los textos de la Escritura poniendo de relieve sus elementos fundamentales; los más significativos, más sobresalientes.

+ Palabras, verbos, adjetivos, acciones, sujetos; más aún, sentimientos emociones, disposiciones internas de los personajes; detalles extraños, folklóricos, reacciones desconcertantes, finales inesperados; estructuras del texto muy marcadas, contrastes en la narración, situaciones “ilógicas”; poner atención a la geografía (¿donde?), al tiempo (¿cuando?); enfatizar a quién va dirigida la enseñanza, etc.

- De este modo se estimula la fantasía, la inteligencia, la reflexión, la sensibilidad, se llega más allá de una lectura rápida, se logra cierta empatía con los personajes o el autor de la obra.

- Esta parte de la metodología puede ocupar bastante tiempo si estamos abierto al Espíritu, se presta para ir adquiriendo una tremenda habilidad para desentrañar la Escritura. Se puede reflexionar un pasaje por horas o días, como las olas del mar, volvemos una y otra vez sobre el texto y a fuerza de conocerlo nos sumergimos en la profundidad que de él emana. Como herramienta, se puede leer algún libro extrabíblico, que amplíe el horizonte cultural en el que se escribió un libro, que nos esclarezca las costumbres, los tipos de vivienda, la vestimenta, los ritos, etc.

- El pasaje se puede colocar en un contexto más amplio (¿qué pasajes hay antes y después del texto que estamos leyendo?). Recordar otras páginas que presenten situaciones semejantes, en el Nuevo o en el Antiguo Testamento. El texto que estamos leyendo ¿se aclara con una actitud de Jesús en otra ocasión, con una palabra de San Pablo, o con la vida de un personaje del AT (un patriarca, un juez, un profeta)?. En pocas palabras, la Escritura se ilumina con la Escritura.

- A través de este paso lo conocido se hace nuevo. Pasajes que ya conocíamos les vamos descubriendo nuevas enseñanzas, “como un rabino que saca del diván cosas viejas y nuevas”.


2. Meditatio

Meditar quiere decir, “rumiar” la página bíblica por medio de preguntas, o, en otras palabras, considerar los valores permanentes (perennes) del texto.

+ Hay que orar pidiendo a Dios comprender mejor el pasaje bíblico.

+ En la “lectio” vimos la geografía, la historia, la cultura, etc., ahora se trata de preguntarse qué me dice a mí el texto aquí y ahora con toda la autoridad que tiene la palabra del Dios vivo.

+ ¿Qué valores permanentes subyacen en el texto? ¿Cuál es la enseñanza? ¿Por qué es importante, qué significa hoy, qué sentido tienes para mí?

+ A un cierto punto de meditación puedo ya comenzar a orar. En realidad puedo hacerlo desde el principio: rezo para conocer a Jesús que me habla en este pasaje. “Señor, yo no te conozco, no tengo esa virtud, no logro comprender esta actitud tuya, es demasiado para mí”.

+ En esta parte puede uno experimentar consolación, gusto por las cosas de Dios, aprender a decidir según los criterios de Dios. También se comienza a fraguar las opciones valientes como la obediencia, pobreza, la castidad, la vocación, etc.


3. La Contemplatio

Es la parte más difícil de explicar y expresar… La oración que parte del texto tiende a convertirse en contemplación. Olvidando los detalles se contempla el misterio de Dios que es el corazón de cualquier pasaje de la Biblia, el misterio de la Trinidad, el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo. Se contempla en un coloquio sencillo que es adoración, alabanza, agradecimiento o una humilde mirada. No la mirada pobre de quien mira y no sabe qué hacer, mirada enriquecida por la palabra toda que se ha meditado, mirada que e s la respuesta a la palabra.

Si la lectio es un escucha activa, la contemplatio es el momento pasivo de la intimidad. Y es importante porque, de hecho, sólo a nivel de esta intimidad comenzaremos a conocer a Dios en la experiencia, en el corazón y no solamente en la intelectio.

+ Se trata de demorarse con amor en el texto y su mensaje, pasar a la contemplación de Aquél que habla a través de cada página de la Biblia: Jesús Hijo del Padre, dador de Espíritu Santo…

+ La “contemplatio” es alabanza, silencio ante Aquél que es el objetivo último de la oración.

+ Es puro don del Espíritu Santo: “verdadera experiencia de Dios”

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