miércoles, diciembre 18, 2019

EL FANATISMO IDEOLÓGICO




Por el  Mtro. José Luis Ramírez Vargas
Red de Profesionistas Católicos


Son de la Humanidad bien conocidos los actos de intolerancia que, a través de los siglos, se han dado en contra de los libros cuyas ideas plasmadas en forma de palabras han sido consideradas un peligro para la mentalidad dominante o la ideología oficial. A título de muestra valdría la pena citar la célebre Biblioteca de Alejandría, cuyos valiosos documentos fueron vandalizados en varias ocasiones a partir del siglo IV d.C., muchos de ellos desparecieron para siempre. Siglos más tarde en la Florencia del siglo XV, el fanático Jerónimo Savonarola ordenó la quema de libros y manuscritos de la Antigüedad clásica, por considerarlos impuros.
 La censura o prohibición de libros susceptibles de difundir ideas contrarias a la fe fue una práctica en los países católicos, anglicanos o luteranos durante y después de la Reforma protestante del siglo XVI. Estos hechos, si bien seguirán siendo lamentables y estigmatizados por la Historia, son explicables en el contexto de la mentalidad medieval, la difusión de las nuevas creencias y la formación de los estados modernos. Ya menos comprensibles y menos aceptables, en razón del progreso de la Humanidad, son las acciones que en pleno siglo XX, tuvieron como finalidad la aniquilación de las obras impresas por razones ideológicas, religiosas o políticas, como sucedió en la Alemania nazi, en donde Joseph Goebbels ordenó la operación “Quema de Libros” en mayo de 1933, su objetivo: todos los libros que tuvieran que ver algo con el judaísmo, o  ya en nuestros días, la destrucción de los archivos y biblioteca de Bagdad llevada a cabo por los Talibanes en 2003.
Por estas razones resulta sorprendente que en los países democráticos, conocedores de los más elementales derechos, desde la Carta de las Naciones Unidas de 1945, hayan sido testigos de acontecimientos que han infringido impunemente los artículos de ese documento fundacional firmado por ellos, en lo que respecta al respeto de la libre expresión de las ideas. Un ejemplo lo acabamos de ver en la reciente Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, en donde un grupo de alrededor de 200 mujeres, que se autodenominan “feministas”, debidamente custodiadas por los guardias de seguridad de la FIL, penetraron en dichas instalaciones el pasado 6 de diciembre, se dirigieron a un stand, anteriormente identificado por ellas, y con gritos e insultos al personal femenino que lo atendía, robaron los ejemplares de un título que estaba expuesto para la venta al público, destrozando y robando parte del otro material. Luego de exponer “las razones” por las que hacían eso, salieron, y en plena explanada de la feria del libro, procedieron a la quema de los ejemplares. Alrededor de la gran fogata a la que continuaban echando los despojos de los libros, entonaban cantos y abucheaban al “odio” de género, supuestamente afirmado por los autores del libro requisicionado.
¿Qué fue lo que produjo la rabia de este grupo ya conocido por la violencia y vandalismo en sus manifestaciones y la consecuente impunidad por parte de las autoridades? El “peligroso” libro secuestrado y quemado es un estudio realizado por los terapeutas, Juan Manuel Rodríguez y Misael Ramírez, intitulado: “Psicoterapia pastoral: matrimonio y homosexualidad” (Kerygma, 2019).
Hago dos reflexiones en torno a este lamentable hecho. Son bien conocidos por todos los artículos constitucionales y la Declaración de Derechos Humanos que hablan claramente a este respecto: La libertad de expresión es el derecho que tiene toda persona a pensar y compartir con otras personas sus ideas, reflexiones y opiniones, es decir, el derecho a razonar y dar a conocer lo que piensa... Este derecho incluye también la libertad de buscar, recibir y difundir ideas, opiniones e informaciones, por cualquier medio… tiene derecho a manifestar y difundir opiniones e ideas, así como a buscar, recibir y difundir información. Nadie tiene derecho a impedir su libertad de expresión discriminándola por su nivel de educación, color de piel, raza, género, clase social, la religión o la ideología política…   (artículos 6º y 7º constitucionales y artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos). La breve cita de estos artículos no requiere muchos comentarios por eso sólo me pregunto: ¿Conocen los grupos feministas estos párrafos de nuestra Carta Magna? Primer corolario: la ignorancia es la fuente de los fanatismos, parodiando la frase del célebre escritor francés Régis Debray. En este sentido, al impedir la libre circulación de ideas por un simple medio impreso, ¿Qué diferencia hay entre la acción de estas mujeres “feministas” y los fanáticos nazis de la década de 1930?
Segunda reflexión: ¿Las iconoclastas de la FIL de Guadalajara habrán leído el libro? ¿han hecho un análisis de sus propuestas? ¿tienen argumentos en contra de lo ahí afirmado, de tal forma que la conclusión a la que hayan llegado haya sido la hoguera? Me inclino a apostar a que no habrán visto más allá de la portada, o tal vez la palabra “homosexualidad” en un libro de editorial católica les haya hecho revivir la animadversión que tienen estos grupos para con la Iglesia católica, o los viejos prejuicios con los que cuentan para agredir al que no los tiene u opina de manera diversa. Pero supongamos que más de alguna lo haya leído atentamente, lo haya analizado y haya transmitido puntualmente sus contenidos a sus compañeras de protesta. Ante esta remota posibilidad, me pregunto ¿qué es lo que tanto les molesta o les inclina a considerar como odiosa cualquier oferta de terapia para las personas de orientación homosexual que voluntariamente deseen acudir a ella? Hoy en día,  si una persona desea “cambiar” de sexo o convertirse por su propia voluntad en “transgénero”, o en  otra de esas opciones (tal vez no científicamente comprobadas, pero ya autentificadas por la ideología dominante), nadie se lo puede impedir, es su derecho, sólo que si una persona con tendencia homosexual desea libremente, recibir una terapia que le hará tal vez recuperar una identidad, es de inmediato estigmatizada y la oferta de quien la propone o lleva a cabo, es considerada como una “imposición”, una “intolerancia”, o como un acto de “odio” en contra de la homosexualidad. Completamente ilógico.
Segundo corolario. Se avizora una recesión en lo que respecta a los principios básicos de toda democracia: El debate libre de argumentos en pro y en contra de una postura, el diálogo, el intercambio de ideas, la pluralidad de opiniones que tan profusamente ha divulgado nuestra civilización occidental parece estar quedando en letra muerta, en aras del “pensamiento único”. Éste se traduce en una nueva ideología, la de género, la cual está tomando el lugar de la obsoleta ideología de izquierda, con nuevos dogmas, igual o más intolerantes que los anteriores. Las primeras víctimas de esta dictadura del nuevo “proletariado” son los libros. Es el caso del libro quemado en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.
Conclusión y sugerencia. Estos grupos y otros similares tienen todo el derecho de disentir de las opiniones diversas a la suyas y de expresarlo libremente, sólo que cuando no se está de acuerdo con lo afirmado en una obra, la racionalidad más básica nos invita a hacer una revisión, redactar una reseña crítica, o… escribir otro libro. Aniquilar al adversario, sólo porque su cosmovisión no es igual a la mía, es una expresión típica del autoritarismo, el fanatismo y la irracionalidad. Por último, el libro en cuestión no trata de feminismo, sino de homosexualidad…

P.S. “¡Marx! ¡Lenin! ¡Vuelvan! se han vuelto locos”. (graffito  en Praga durante la invasión soviética de 1968)
“¡Voltaire! ¡John Locke! ¡Emanuel Kant! ¡Vuelvan! se han vuelto locas” (Guadalajara, México. Año 2019)



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